miércoles, 16 de junio de 2010

EL DESORDEN SIN ORDEN

Tengo un millón de entradas con comienzo pero sin final acumuladas en las páginas listas para editar del escritorio del blog, ninguna de ellas me apetece continuarlas así que el fin de que sigan ahí es bastante difícil de explicar. Es como ese millón de cosas que llenan mi habitación simplemente por si acaso. No sé por si acaso qué, pero la cosa es que están aquí.


Hoy miro a mi alrededor y solo hay caos. Una habitación llena de cosas de "por si acaso" no debería estar desordenada, porque si esas cosas no las utilizas nunca, nunca estarán fuera de su sitio.


Una Silla con ropa perfectamente doblada y colocada por columnas pero sin guardar en el armario, no tengo sitio y el momento de guardar las cosas en él me estresa hasta tal punto que lo pospongo hasta que ya no hay más remedio, hasta que hay tanta ropa fuera que dentro ya queda hueco. El criterio de almacenamiento es una de las cosas en las que más indecisa soy, no hay ninguno perfecto y es imposible cumplirlos estrictamente, me doy cuenta de mi rigidez, casi siempre termino pensando que nunca más ordenaré el armario.


Mi escritorio es más que una mesa de trabajo un lugar de almacenamiento de lo más ecléctico. Desde el monitor del ordenador cuya CPU no funciona hasta la máquina de coser que me regalaron en mi cumpleaños y que encontró en él su lugar de por vida. ¿Quién le diría a El Bosco que su obra completa hecha libro reposaría junto a un módem WIFI? Los libros de la Universalidad apiladitos por tamaño en orden decreciente formando una pirámide son siempre lo que ocupa la esquina derecha, y en la izquierda, dos botes con bolis (uno es un bote, el otro un baso de algún sagardo eguna de hace un millón de años), bolis de los que pintará un 1% porque los que realmente uso andan tirados por fuera entre cachos de papel y recortes de etiquetas y revistas.

Algo que no tiene como razón de haberse conservado ni siquera un "por si acaso" son las cajas de cartón. Llevo seis meses viendo una caja de Nikon y otra de Dell desde la cama al acostarme apoyadas contra la pared en el suelo, y puedo jurar que en ningún momento se me ha pasado por la cabeza guardarlas en otro sitio ni tirarlas a la basura. Han pasado a formar parte sin más de mi mundo, de lo que veo cada día sin plantearme el por qué las cosas están dónde están y si podrían cambiarse de lugar...




Mi mesilla no la miro, porque no tengo valor a ponerme con ella y ordenarla, la obvio tanto como puedo mientras espero que algún día todo lo que hay sobre ella y dentro de sus cajones se coloque solo o se auto destruya.


Soy el ejemplo de cómo una obsesiva por el orden puede ser a la vez tremendamente desordenada. De cómo una manía obsesiva puede verse anulada por sí misma y el agobio que produce el caos.

2 comentarios:

  1. tranquila es dificil que un cuarto se acerque al cosmos y no al caos. sostengo que casi imposible. si no, es que no vives en él.

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  2. never and never...
    mi mundo es siempre el gran caos de montañas de cosas revueltas.
    Nunca he sabido guardarlas según el orden establecido.
    Amasijos de telas, hilos, bolitas de collar, papeles, plumas y todo lo que se pueda imaginar revolotea a mi alrededor y me siento incapaz de volverlos a encerrar en el lugar del que alguna vez salieron.

    Tengo un problema y lo sé, soy consciente de que vivir conmigo y con mi caos de objetos y ropas es tarea de titanes.

    Y lo malo es que veo mi futuro con total claridad y me horrorizo...
    Me veréis en un Callejeros no muy lejano.
    Yo, con mi montaña de objetos "inútiles" rodeándome, aferrada a ellos y luchando sin tregua contra los que se obstinen en obligarme a deshacerme de alguno.

    Tita Diógenes, me llamarás entonces.

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