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Hoy ha pasado una cosa en mi trabajo que me ha hecho sentirme tremendamente mala. Una mujer mayor ha venido a devolverme unas gafas de sol porque a su hija no le habían gustado, pero claro, sin ticket.... y las etiquetas arrancadas. Y yo señora, mal que me pese, no puedo hacerle esa devolución. La mujercilla no hacía más que repetirme que ella se había dejado el ticket en la tienda, que lo habríamos tirado o que tal... y yo me sentía como la más cruel entre las crueles dependientas negándole la devolución (que realmente no podía hacerle). Me he sentido malvada ante una señora mayor, y me ha entrado una cosilla de estar timándola, cuando nada más lejos en realidad.
Cuanto más miraba a esa mujer, más pensaba en la bronca que le habrá echado su hija por llevarle esas gafas tan tremendamente feas, y la señora con toda su buena intención habrá pensado que le molaría eso "tan moderno".
Me recordaba tanto a mi abuela, a la de veces que le habrán colado cosas diciéndole que "es lo más moderno", y encima a saber a qué precio...
Mi interior me decía: hazle la devolución, si luego te echan la bronca que te la echen. Pero me he parado y he dicho, no, Leire, no le estás timando, deja de sentirte como si le engañaras.... Y no, Leire, no es tu abuela, deja de sentir que la defraudas a ella...
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