domingo, 14 de noviembre de 2010

VIERNES 12

Era viernes 12, un día terroríficamente soleado tras grises jornadas de lluvia y viento. Los protagonistas de nuestra historia, una pareja en búsqueda de piso, habían quedado para hacer la primera visita y comenzar así su nada fácil tarea de encontrar una casa que reuniera todas las características que la hicieran aceptable y asequible al mismo tiempo.

Llegaron al pueblo escogido y llamaron a su contacto que no tardó en aparecen en un Land Rover del siglo pasado. Sin mucha conversación subieron al coche de aquel extraño, un hombre de pasados los 70 años con poca capacidad comunicativa y mucho rostro (demostrado unos minutos después). El camino descolocó un poco a los chicos aunque no tanto como el hacha que reposaba en los pies de los asientos traseros del vehículo. Dos minutos por un camino hacia el monte que ayudaron a hacer crecer la incertidumbre de lo que se encontrarían una vez finalizado el trayecto.

El señor paró el coche junto a dos caseríos de piedra con poca pinta de haber sido acondicionados en los últimos años. Se miraban sin decir nada, manteniendo la curiosidad hasta el final, esperando que una vez abierta la puerta sus sospechas de que tras ella hubiera una cueva no fueran ciertas. Pasando la puerta de uno de los dos baserris, cuya ventana era más bien opaca gracias al grosor de la capa de suciedad que la cubría, el casero se detuvo al final del pasillo, bajo las telarañas más espesas que jamás habían visto con sus correspondientes ocupantes colgando de ellas. .


La puerta se abrió y lo que había detrás era aún más tenebroso de lo que sus mentes habían imaginado durante la espera. Una estancia fría tras otra se sucedían hasta llegar a un baño muy digno de la saga de Saw. Aquel hombre no mentía respecto a una cosa, la cocina estaba equipada del todo, calculo que fue equipada allá por 1970 y no se había cambiado ni limpiado desde entonces.

"Queríamos algo amueblado", al oír esta frase del chico que tomó la iniciativa sin saber muy bien como zafarse del apuro en el que estaban metidos, el casero cambió su gesto ofendido diciendo que ya lo estaba, supongo que los buscadores de piso no habían advertido los 3 colchones y los dos somieres que se apilaban en medio de una de las habitaciones, ¿Que más querían aquellos pedigüeños exigentes?

Dijeron que ya le llamarían si después de hacer más visitas seguían interesados en su piso, y aunque el dueño insistió diciendo que no encontrarían nada a ese precio (mentira) y les recordaba las vistas (el mar, donosti, las residencias, Garbera,...) creyeron haber terminado por fin con aquel mal rato muy digno de convertirse en anécdota.

Nada hacía presagiar el final,... muy lejos de dejarles marchar el anciano tenía otro plan para ellos. En un descuido les encerró en el apartamento y les ató a los dos somieres que no tenían otra función que ser los anclajes de las víctimas del casero loco.
Por suerte, mientras el perturbado iba en busca de su hacha el perro de la lotería, Pantxo, que pasaba por allí con su deportivo en su vuelta al mundo les escuchó pedir ayuda y sin pensárselo dos veces les liberó.

La eficaz policía de la localidad (como ocurre con todas las policías locales, siempre muy atentos a las urgencias y disponibles para la ciudadanía) detuvo al hombre mientras intentaba ocultar el arma en el frigorífico del piso teniendo la esperanza de que jamás nadie lo abriría puesto que nadie en su sano juicio alquilaría un lugar semejante para ninguna función en la que tuvieran que respirar dentro más de cinco minutos. Los vecinos comentaron que era un hombre normal, siempre saludaba al encontrarse con alguien y nunca comentó nada sobre su manía persecutoria ni sus ideas de torturar gente.

Y aunque esta historia está basada en hechos reales, consta de mucho más datos ciertos que el resto de historias que se dan por verídicas en cualquier tarde televisiva...doy fe.

1 comentario:

  1. fué surrealísticasmente extraño...
    un filón telecinquero.

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