viernes, 19 de noviembre de 2010

REENCONTRANDOME CONMIGO






Por fin. Ayer llegó el momento que llevaba días esperando ansiosa, reencontrarme con Holly. Para el resto del mundo ella en Noa, pero para mí siempre será Holly.










A penas pasamos juntas una noche y un día pero yo la he echado de menos, la he recordado en muchos momentos, algunos buenos en los que imaginaba lo bien que se lo hubiera pasado cafreando con Summer y otros totalmente opuestos en los que deseaba que ella estuviera aquí para paliar un poco el dolor del adiós de Summy.










Noa me regaló ayer una tarde en la que sentí un lleno enorme dentro de mí. No sabría muy bien como describirlo, pero al cogerla reviví la plenitud que había olvidado hace meses. No quiero decir que haya sido infeliz en el ultimo tiempo, pero sí que ayer tuve ese extra que me llevó al punto álgido de la gráfica de sensaciones. En nuestro caso, un perro nos complementa, a mí me da algo que me ayuda a sentir afecto y me aporta mucho más de lo que jamás pude imaginar cuando temía a los canes y hasta un Yorkshire me hacía cambiar de rumbo al ponerse en mi camino. Gracias a Summer descubrí una parte de mí que crece teniéndoles cerca.










Al salir de trabajar estaba nerviosa, como si tuviera 6 años y fuera a la cabalgata de los reyes magos, una hora faltaba para volver a ver a la que en mi mente era un cachorrito de dos meses. Igor y yo nos sentamos en una mesa de un bar a esperar que nos la trajeran, ¡Qué nervios! Aunque tengo que reconocer que tenía bastante miedo a que no me recordara y además fuera un poco huidiza con desconocidos. La semana pasada no caí muy bien al perro de unos amigos de Igor y yo que siempre había estado a gusto con mi rol de agradar a los perros y ser alguien a quien se acercaban cariñosamente y sin problemas, me asusté pensando que Holly también reaccionara a mis caricias con un gruñido. Pero no, se acercó a nosotros y nos saludó muy contenta. No sé decir si nos reconoció o simplemente ella es así siempre, pero igualmente quedé feliz y muy tranquila ante ese saludo.










De paseo con ella los primeros minutos no cabía en mí de gozo. Era consciente todo el tiempo de la sonrisa estática en mi gesto, estaba tan feliz... No hay nada que me haya hecho sentir esa plenitud desde que Summer se fue, y es que por absurdo que parezca con una correa en la mano me siento satisfecha. Es una cafre, no le dimos mucha opción a demostrarlo, siendo el primer día de contacto me daba miedo que se me escapara y volver con correa pero sin perro. Los saltos que da sin haber cogido impulso, y lo activa que se le ve son suficientes muestras para intuir cómo será Noa suelta en una campa, y me entra una mezcla de sensaciones encontradas. Quiero verlo, quiero jugarlo,¡Lo quiero! pero también me viene a la cabeza Summer corriendo por cañas (lugar al que la llevábamos a jugar de vez en cuando) y me siento traicionera por desear estar tiempo con quien a ella no le sentó bien conocer, con otra perra cuando ella ya no está. La echo de menos.












Del recuerdo que tenía de Holly y que conservo intacto gracias a las fotos en mi pared, solo quedaba ya la naricita rosa, la mancha blanca en la frente, esas orejitas y su mirada...con los ojos más claros, eso sí, pero mirándolos la reconocí, Noa sí es Holly. Por lo demás se ha hecho gigante. Sin vivir el periodo intermedio entre un cachorro de dos meses y un perro seis meses después, cuesta reconocer como uno mismo los dos perros que tienes en imagen, pero pasado un rato ves quién es.









El día que la escondí en mi casa (así como suena, la metí camuflada en mi mochila con la cazadora de tapa) me marcó muchísimo, me dejo una huella imposible de borrar. Recuerdo que llegué a casa y la metí en mi cama, como a los bebés, cabeza en la almohada y tapadita, a la espera de que yo cenara y volviera para hacerle compañía al dormir.
Cuando terminé mi cena y volví seguía en el lugar exacto donde yo le había tumbado, ni se había inmutado y así siguió mientras yo a su lado frikeaba por internet y elucubraba cómo hacer para quedármela pese a que Summer estaba un poco reticente a la idea de tener una hermanita rubia y no fue muy buena anfitriona a su llegada a la familia, como Holly pisara dentro de un círculo imaginario había gresca, más allá de ese espacio no le hacía ni caso. Durmió conmigo, sin hacer ruido, sin moverse, sin hacer sus cosas en la cama, y después de desayunar increíblemente seguía hecha una bolita en mi cama. Fui yo la que la cogí y la mostré a mi madre, esconderla había sido lo más sencillo del mundo pero no podía seguir ocultándola, no tenía ningún sentido.











Desde entonces hasta ayer no había habido encuentro, por cosas de la vida ha terminado viviendo en Tarragona, y ahora, tras liar cierto percal a la pobre mujer que es su dueña real, está en Donosti aunque no sabría deciros hasta cuando ni cuál será su destino final. Mientras siga por aquí espero poder seguir viéndola y disfrutando de su compañía y del afecto que me brinda.




2 comentarios:

  1. de momento a disfrutar de una cafre en toda regla!

    ResponderEliminar
  2. es muy guapa...no t sientas culpable, nadie sustituye a nadie...aunq se trate d perros!!disfruta d su compañia...un besito!!

    ResponderEliminar