A lo largo de estos meses he ido asentándome en lo que a este blog se refiere en un modo organizado, con principio y fin y poco que ver en el fondo a lo que pensaba cuando comencé a publicar. ¿Dónde quedan las actualizaciones inconexas, las frases que tomaban rumbo una vez comenzadas, las pasteladas enrevesadas? Hoy me apetecía colocarme frente al portátil y dejarme ir, pero no está siendo fácil.
Menos fácil ha sido conseguir tener Internet en mi casa. La primera opción era abrir una cuenta en Francia para optar a línea ADSL, pese a que todas las ofertas van con TV y yo de francés me quedé en aquello de: Bonjour, je m'apelle Coralie. Tu t'appelles comment?.. por lo tanto poca utilidad le sacaría yo al salsa rosa en francés. Parecía sencillo, pero muchos bancos me pedían certificado de empadronamiento, tras tachar aquellos de la lista de cajas de ahorro puesto que no estoy empadronada en Hendaia,... me quedaban unos cuantos que deseché por aquello de las comisiones poco rentables cuando sólo quieres una cuenta para pagar la factura de 25 euros del ADSL... me costaba más mantener la cuenta que un millón de gigas para abrir mi facebook. Así que sí, volví a recurrir a un: yo nunca. Opté por la conexión móvil, volví a casarme con una compañía de telefonía móvil pese a que había jurado que vodafone jamás vería mi firma de nuevo, y tampoco rompí juramento pues no fui yo quien firmó.
Una vez en casa, sin quitarme el bolso ni la cazadora de encima con todo el ansia que me caracteriza abrí las cajas, corté bridas y desembolsé mi nuevo router, ¡Por fin! Pero está claro que no podía ser tan fácil, nada de lo que te llevas a casa con ilusión funciona a la primera. Jamás había tardado tanto en cargar la página de inicio de google, y de redes sociales ni hablemos, muchas imágenes que mi conexión no estaba dispuesta a cargar a sus espaldas. Lo dejé, preferí ver hermano mayor que seguir peleándome con mi ordenador (que pobrecito no tenía la culpa). Estaba sola en casa y aunque ese era el momento en que me hubiera venido bien poder conectarme sabía que si seguía intentándolo terminaría hecha una fiera que saltaría a la yugular de Igor cuando llegase de cenar... no, no, mejor veo Hermano mayor e Hijos de papá, toda una tradición los viernes por la noche.
Así se quedó. Ya teníamos la idea de haber contratado una mierda cuando el sábado montamos el chiringuito en el dormitorio y aunque de este modo no es exactamente wifi, no me molesta estar encadenada al router mientras cotilleo tumbada en la cama. Tras cuatro meses sin conexión pensaba haber perdido el hábito, que ya me daba igual, pero el cosquilleo en el estómago al comprobar que ya funciona de verdad me dice que no era tan cierto mi falta de necesidad de vivir a ratitos online.
Cambiando radicalmente de tema hoy reniego del reloj, una vez más soy consciente de mi rigidez. ¿Cuántas veces me he preguntado qué hora era para decidir poner el horno? Hoy no me ha sido fácil adivinar del todo la hora, a las 2 son las 3, hasta ahí bien, pero a las 14:00 no tengo hambre porque es como si fuera la 1 del medio día, y si hago la comida más tarde se me hace tarde en horario real,... ¡Para! Porque para comenzar es domingo, no tengo nada que hacer luego, ni yo ni nadie. No tiene importancia este hecho en concreto, es un ejemplo para darme cuenta de lo cuadriculada que puedo llegar a ser. Porque muchas veces soy consciente de que encasillo las tareas o demás cosas a hacer en una franja horaria, les otorgo su momento y fuera de él parece que ya no toca. Absurdo cuanto menos, intento deshacerme de esa rigidez en este tipo de cosas para ganar constancia en otras... y es que de lo que a veces me sobra en ocasiones me falta.
Pero, ¿Qué hora es? En serio, se ahorrará dinero en luz pero no sé si compensa con los gastos psicológicos de los que vivimos pendientes del reloj (pese a estar en paro...^^). Tendré que plantearme en pensar realmente lo que digo por la boca: ¿Qué más da qué hora sea? Supongo que si lo repito mucho puedo interiorizarlo.
Me he levantado un momento a buscar mi disco duro con las fotos para encontrar alguna que cuadrar hoy y me he encontrado con una estampa perfecta para describir el domingo, Igor y Audrey de siesta en el sofá y la alfombra (adivinemos quién y dónde). Y esto es el domingo, pasar, no importa el tiempo ni el orden, ni el qué ni el cuándo. Esta imagen habrá que hacerla con la fuerza de la imaginación, no quiero romper la intimidad de la siesta, aunque hubiera sido verdaderamente un buen cierre de blog un domingo.
No comprendo muy bien por qué puedo cargar todo y me es imposible subir una foto así que hoy mucha palabra que dice poco y ninguna imagen que probablemente diría más o haría más elocuentes a las palabras. Sorry.