domingo, 27 de marzo de 2011

utimo domingo de marzo

A lo largo de estos meses he ido asentándome en lo que a este blog se refiere en un modo organizado, con principio y fin y poco que ver en el fondo a lo que pensaba cuando comencé a publicar. ¿Dónde quedan las actualizaciones inconexas, las frases que tomaban rumbo una vez comenzadas, las pasteladas enrevesadas? Hoy me apetecía colocarme frente al portátil y dejarme ir, pero no está siendo fácil.


Menos fácil ha sido conseguir tener Internet en mi casa. La primera opción era abrir una cuenta en Francia para optar a línea ADSL, pese a que todas las ofertas van con TV y yo de francés me quedé en aquello de: Bonjour, je m'apelle Coralie. Tu t'appelles comment?.. por lo tanto poca utilidad le sacaría yo al salsa rosa en francés. Parecía sencillo, pero muchos bancos me pedían certificado de empadronamiento, tras tachar aquellos de la lista de cajas de ahorro puesto que no estoy empadronada en Hendaia,... me quedaban unos cuantos que deseché por aquello de las comisiones poco rentables cuando sólo quieres una cuenta para pagar la factura de 25 euros del ADSL... me costaba más mantener la cuenta que un millón de gigas para abrir mi facebook. Así que sí, volví a recurrir a un: yo nunca. Opté por la conexión móvil, volví a casarme con una compañía de telefonía móvil pese a que había jurado que vodafone jamás vería mi firma de nuevo, y tampoco rompí juramento pues no fui yo quien firmó.



Una vez en casa, sin quitarme el bolso ni la cazadora de encima con todo el ansia que me caracteriza abrí las cajas, corté bridas y desembolsé mi nuevo router, ¡Por fin! Pero está claro que no podía ser tan fácil, nada de lo que te llevas a casa con ilusión funciona a la primera. Jamás había tardado tanto en cargar la página de inicio de google, y de redes sociales ni hablemos, muchas imágenes que mi conexión no estaba dispuesta a cargar a sus espaldas. Lo dejé, preferí ver hermano mayor que seguir peleándome con mi ordenador (que pobrecito no tenía la culpa). Estaba sola en casa y aunque ese era el momento en que me hubiera venido bien poder conectarme sabía que si seguía intentándolo terminaría hecha una fiera que saltaría a la yugular de Igor cuando llegase de cenar... no, no, mejor veo Hermano mayor e Hijos de papá, toda una tradición los viernes por la noche.


Así se quedó. Ya teníamos la idea de haber contratado una mierda cuando el sábado montamos el chiringuito en el dormitorio y aunque de este modo no es exactamente wifi, no me molesta estar encadenada al router mientras cotilleo tumbada en la cama. Tras cuatro meses sin conexión pensaba haber perdido el hábito, que ya me daba igual, pero el cosquilleo en el estómago al comprobar que ya funciona de verdad me dice que no era tan cierto mi falta de necesidad de vivir a ratitos online.


Cambiando radicalmente de tema hoy reniego del reloj, una vez más soy consciente de mi rigidez. ¿Cuántas veces me he preguntado qué hora era para decidir poner el horno? Hoy no me ha sido fácil adivinar del todo la hora, a las 2 son las 3, hasta ahí bien, pero a las 14:00 no tengo hambre porque es como si fuera la 1 del medio día, y si hago la comida más tarde se me hace tarde en horario real,... ¡Para! Porque para comenzar es domingo, no tengo nada que hacer luego, ni yo ni nadie. No tiene importancia este hecho en concreto, es un ejemplo para darme cuenta de lo cuadriculada que puedo llegar a ser. Porque muchas veces soy consciente de que encasillo las tareas o demás cosas a hacer en una franja horaria, les otorgo su momento y fuera de él parece que ya no toca. Absurdo cuanto menos, intento deshacerme de esa rigidez en este tipo de cosas para ganar constancia en otras... y es que de lo que a veces me sobra en ocasiones me falta.


Pero, ¿Qué hora es? En serio, se ahorrará dinero en luz pero no sé si compensa con los gastos psicológicos de los que vivimos pendientes del reloj (pese a estar en paro...^^). Tendré que plantearme en pensar realmente lo que digo por la boca: ¿Qué más da qué hora sea? Supongo que si lo repito mucho puedo interiorizarlo.


Me he levantado un momento a buscar mi disco duro con las fotos para encontrar alguna que cuadrar hoy y me he encontrado con una estampa perfecta para describir el domingo, Igor y Audrey de siesta en el sofá y la alfombra (adivinemos quién y dónde). Y esto es el domingo, pasar, no importa el tiempo ni el orden, ni el qué ni el cuándo. Esta imagen habrá que hacerla con la fuerza de la imaginación, no quiero romper la intimidad de la siesta, aunque hubiera sido verdaderamente un buen cierre de blog un domingo.


No comprendo muy bien por qué puedo cargar todo y me es imposible subir una foto así que hoy mucha palabra que dice poco y ninguna imagen que probablemente diría más o haría más elocuentes a las palabras. Sorry.

martes, 22 de marzo de 2011

UN AÑO



Un año puede no ser nada en la larga vida de una persona, pero también puede significarlo todo. En doce meses puedes aprender, descubrir, vivir y revivir millones de cosas o algunas menos pero mucho más importantes. Puedes renacer.




A lo largo del ultimo año he ido recolectando frutos que ni siquiera recuerdo haber sembrado. He descubierto que la ilusión por muchas cosas no había muerto, tan solo descansaba plácida esperando la chispa que la hiciera arder, y vaya si ardió.




He redescubierto,...bueno, me he redescubierto en definitiva. He desenterrado partes de mí que yacían despiezadas vete tú a saber en qué agujero negro del universo conocido (o no). Vuelvo a sorprenderme perdida en conversaciones sin más sentido que el que encuentran por sí solas, me encuentro atontada mirando los ojos que me dan la luz, espero ansiosa el abrazo de las 15:30, cada día, porque la rutina puede tener su magia, ¡Búscala!



Parece una tontería comprobar que soy capaz de sentir. No es tan fácil saber hacerlo y hacerlo de la manera adecuada para ti. Y aprendí, aprendí que no hace falta llorar dos horas para reír diez minutos, que no es verdad que lo difícil es mejor, que sólo lo chungo tiene su recompensa; puede haber recompensa sin sacrificio en las relaciones entre personas. O puede que los sacrificios no parezcan tales al cumplirlos por y para quien te hace sonreír después. He aprendido a querer, a dejarme querer, y esto no tiene precio.


Quienes me decían hace meses: disfruta ahora que estás en lo bonito, me asustaron con la predicción de que luego todo es peor. No es así, al menos no de momento y no para mí. Las cosas cambian, sí, pero no se afean; tan solo se afianzan y se quedan aquí, evolucionamos. No sé a qué momento se refieren cuando vaticinan el final de "lo bonito" me niego a creer que llega un momento en que esto sea feo, pues si se afea ya no será lo nuestro. La complicidad no caduca, en todo caso madura.


En tan solo doce meses podría llenar una y mil maletas de momentos, palabras y frases, imágenes, recuerdos y cosas nuestras, muy nuestras, tan simples que se complitan en su sencillez. Hago un me gusta con pulgar hacia arriba por todas las tonterías y frikadas que me llenan.



Frente al calendario tacho un 21 de marzo, el primero. Gracias por todo... por ayudarme a encontrarme.





viernes, 18 de marzo de 2011

CUESTA ASUMIR LA TRANQUILIDAD


Cambiar de canal al ver el telediario se podría considerar "mirar hacia otro lado", lo siento, miro hacia otro lado. Tanta noticia sobre desastres incontrolables me hace sentir pequeña e insignificante. Sí, debería bastarme con ser una más que mira desde el otro lado del mundo lo que sucede, sentir compasión, pena, preocupación o susto. Pero lo que me produce es angustia, mi mente se va más allá y me planteo cuantas cosas incontrolables pueden pasarme, y cual incontrolables son impredecibles y sobre todo imposibles de evitar con dos manos. No me asusta demasiado un Tsunami, un golpe de mar a la distancia de la bahía a mi casa no me daría tiempo a sentir miedo. Son otro tipo de "golpes" imposibles de frenar
o prever los que me dan más miedo.

Siempre he sentido miedo a que mañana no quede nada de lo que hoy me hace feliz. Un absurdo planteamiento de la vida que no te lleva a nada más que a perder ese porcentaje de felicidad que se va con el miedo a perderla. ¿Cuándo aprenderé a coger lo que tengo y aprovecharlo sin pensar en que pueda esfumarse sin más? Paso a paso ahora valoro la tranquilidad que antes me parecía extraña, voy creyéndome que en cierta medida soy yo
la que gestiona y la afianza.

No me ha costado poco asimilar que relajarme no implica perder mi esencia ni volverme un mueble. No he aprendido del todo a estar a gusto sintiendo que mis pensamientos y
a no van a 200 km/h y viendo cómo he dejado de estar revolucionada 24horas al día. Mi cuerpo se siente distinto, mi cabeza pesa menos y mis ojos no viven desorbitados... debe ser un cambio a mejor que casi percibo como positivo 100x100. Momentos de atacón conservo, no van mal de vez en cuando.

Despertar con la calma y acostarme con la misma paz,... estoy segura de que me alargará mi vida (casi lo noto en el descenso en el crecimiento de canas en mi cebollón,... o puede que sea que uso un mejor tinte).




lunes, 14 de marzo de 2011

Cenita, charleta y risas

Me encanta rajar, eso no es nada nuevo para quien me conozca al menos un poquito. Si abro la boca me cuesta horrores volver a cerrarla. Es cierto que hay personas con las que pasado el tiempo me sigue resultando fácil conversar largo y tendido y disfrutar de un ratito de esparcimiento carnavalero.











Un trío peculiar formado por una Vikinga, una India y una enfermera "sangrienta" (por otorgarme identidad en esta historia), un par de zuritos y ya estábamos al día en nuestras respectivas vidas, di que el facebook facilita no perder del todo la pista de las personas que nos rodean.






Una cenita nos esperaba, y cual intrépidas vikingas-indias-enfermeras, osamos indagar en el significado de "rellenos secretos de la abuela", grave error, lo que escondía ese rocambolesco nombre eran dos pimientos con albóndigas introducidas a presión sobre una porrusalda sin puerro. Lo intentamos, doy fe de que tras ciertas experiencias me había convertido en alguien capaz de comerse todo lo del plato, no fue así esta vez. No pudimos ocultar al camarero que el secreto sorpresa no nos había convencido ni sorprendido en buen sentido. El resto de la cena estuvo bien, yo particularmente ya estaba llena pero pequé de adicta al chocolate y pedí el crêpe con chocolate. Ojiplática me quedé con la aparición del postre, como bien dijo Zaira: me lo habían hecho con una paellera... sin duda.


Ratito de comida y palique, con la lengua cansada buscamos el carnaval, nos costó dar con ello... Encontramos una cervecería extrañamente vacía pero tras una salida y vuelta a entrar estaba a pleno rendimiento. Nos ubicamos al lado de un grupo lleno de antenas y terminamos mimetizándonos con el ambiente. Entre canciones nuevas y no tan nuevas terminé afónica, no por cantar ya que soy bastante fan del play-back sino de seguir hablando por encima de Melendi al oído de mis interlocutoras. Hacía mucho que no me introducía de pleno en el pachangueo, pero pase el tiempo que pase las canciones poco varían. A las 3 de la mañana estaba en mi cama roncando tras una noche en la que me lo pasé como una enana.





Me faltó encontrarme con mi hermano, lo busqué hasta la saciedad y me iban indicando al parecer con pistas falsas. Pero apareció, eso sí, cuando yo ya no estaba. Otra vez será.



Espero un cafecito para comentar la noche y seguir charlando que no va nada mal. Porque después de años sigo sintiéndome muy agusto con vosotras chicas. Y todo hay que decirlo: reírme me gusta casi tanto como hablar. ¡Mil gracias!


viernes, 4 de marzo de 2011

CARNAVAL



Los carnavales están aquí. Lejos quedan los días en los que ensayaba bailes y me probaba disfraces.

El día de celebración en el cole comenzaba al medio día, en carnavales no me quedaba al comedor, bajaba a comer a casa. Allí me esperaban mi madre y mi tía con mi traje colgado en una percha al pomo de la puerta. Mi tía Arantxa me fabricaba un traje de payaso a partir de un chandal negro, unas alas de mariposa con el alambre deformado y tela de raso carnavalero,... y muchos otros atuendos dignos de ser colgados en cualquier blog de moda reciclada.






Ese viernes bajaba la cuesta del colegio corriendo para comer y empezar el make up. Me emocionaba lo extraño de comer en casa entre semana y la sesión de maquillaje de postre. Y luego sintiéndome preciosa subía a San Luis para esperar a que sonara el timbre y salir con mis compañeros al patio. Curso por curso presentábamos nuestra coreografía en medio del patio. Siempre los mismos pasos: cuadrado con los pies, adelante atrás, pasos en círculo,... vamos
una dificultad digna de la final de ¡Fama!. Lo que más abundaban eran los clases disfrazadas con bolsas de basura, yo misma he ido de casa (con gorra hacia atrás y cartulina a modo de tejado) y de seta con la técnica de saco de basura tan recurrente. Lo que recuerdo con más ternura aunque carezca de imágenes es 3º de preescolar, íbamos de cerditos; leotardos y jersey rosa, bote de petit suis en la nariz con una goma y un remolino de cartulina grapado al culete... eramos monísimos.

Mis carnavales no terminaban con la chocolatada post baile del cole. Luego llegaba el momento de comparsa. Meses ensayando bailes que si desmenuzabas en pasos y reordenabas resultaban ser exactamente iguales año tras años. Trajes horrorosos, jamás me tocó uno con el que me sintiera realmente disfrazada de algo reconocible, era un abstracto tras otro. Nunca comprenderé eso de los dibujos geométricos en la cara, incluso cuando iba de hawaiana o similar, vamos de algo que no incluía por ninguna razón lógica triángulos y círculos dibujados en la frente (ahí vuelve na hacer aparición mi tita con sus trazos de purpurina y eyeliner).

Viviendo en San Sebastián se me hace complicado creer que quien diseña los trajes de las comparsas también sea de aquí... de hecho cuesta creer también que tenga ojos en la cara. cómo si del carnaval de R
ío se tratase los vestidos eran siempre minifaldas de tela de papel, camisetas con el ombligo al aire, manguitos a medias y malditos patucos que el segundo día están llenos de mierda y con las gomas de sujeción rotas e inservibles. Kilos de fotos me ayudan a recordar el frío que pasaba antes de salir a bailar (y mis acompañantes no dejaban de tener mientras yo bailaba).

Paseito por la ciudad,... todos los disfraces son iguales. Da igual de que vaya una chica, siempre es un micro vestido con el mismo corte vaya de vaca que de ángel,...(me incluyo en este clan, reconozco que si me he disfrazado he ahorrado tela por todos los costados). Los carnavales son época de exhibicionismo, y a mí me encantan.

jueves, 3 de marzo de 2011

La gresca da vidilla



Cuando alguien hace una cantada con el coche mientras voy en moto me pongo como si la vida me fuese en ello (creo que es que a veces esto es literal). A veces que otro conductor haga algo mal siendo yo la moto, teniendo en cuenta que los motoristas somo siempre señalados con el dedo como individuos temerarios a dos ruedas. No digo que no sea cierto, que no haya quien se mete por donde se le ocurre sin tener en cuenta nada más que el tiempo que en teoría ahorrará, o quien corre demasiado, etc etc... pero eso no es sólo aplicable a las motos.




Hoy iba helada de frío, aún así haciendo de ciudadana ejemplar respetando carriles y señales (con todas las ganas de atajar lo que fuera y llegar ya a un lugar donde dejaran de dolerme las manos de frío). Una furgoneta llena de dibujitos ha decidido que quería ir por mi carril y ha hecho el cambio sin mirar por si acaso yo (o cualquier ser vivo con ruedas) circulara por ese carril al que la furgo tuneada se había encaprichado de adelantar YA. Y sí, el irascible monstruo que guardo dentro de mí y despierta cuando cojo la moto ha deseado con todas las ganas que el siguiente semáforo estuviera rojo; así ha sido. Hasta llegar he pensado y repensado qué decirle al conductor de la furgoneta, toda la rabia a puntito de salir de mí (reconozco que la rabia acumulada por pequeñas cosas aprovecha para desalojar en momentitos como este)... Me ha salido fatal el intento de desfogarme pues el "furgonetero" ha respondido a mi cara de asesina en serie con un: disculpa, no te había visto. Y ante esa frase en lugar de responderle que si en lugar de hablar por el móvil utilizara el retrovisor para poder VER he asentido disculpando y mi rabia desaforada ha vuelto a retraerse...




La respuesta habitual hubiera sido algo así como: ¿Y por dónde ibas tú? Si es que las motos os metéis por donde nadie os ve, aunque igual que en ese caso yo generalmente no me camuflo con el asfalto. Pues por eso mismo me ha jodido tanto no poder desahogarme, me hubiera gustado más una mala respuesta, lo reconozco. Ahora el monstruo duerme hasta que me vuelva a poner el casco, a la espera de una nueva oportunidad para salir y descansar.






Cada vez soy más consciente de que la gresca me divierte. Ayer sin ir más lejos fui a Anoeta a ver el partido de la Real Sociedad contra el Levante. Esperaba con ganas los momentos en que Del Horno tocara el balón y tras 10 minutos de partido descubrí que la diversión estaba en el 20 del Levante, Juanlu. ya no me importaba dónde estuviera la pelota sino dónde se había metido él. Y esa celebración de gol, de Del Horno con balonazo de Bravo incluido...:) Si ni me roza ni me incumbe: ¡Que viva la gresca!