viernes, 21 de enero de 2011

The Big Brother

Cada 21 me pongo pastelona, así que hoy huele a texto dulzón. Sentada en el sofá, junto a mi novio y mi cachorro, sigo asombrándome cada minuto que paso viendo el programa "el hermano mayor". Me regocijo en mi normalidad, en lo común y lo fácil de tratar que soy, la suerte que he tenido en mi vida, mientras flipo con una hija pegando a su madre y destrozando su casa. ¿De verdad que un tío con un cámara pase tres días en tu casa te cura de traumas de la infancia y de otros desvíos en tu personalidad? Ya podría ser tan sencillo. Me quedo con mi escena de perrito dormido junto a nosotros en una mantita rosa.


Paso mucho rato observando como Audrey duerme hecha un ovillo, como suspira y se estira en sus descansos. Disfruto viéndola jugar con mi novio, mirarles me hace sonreír (y en ocasiones llorar recordando otras escenas similares de hace unos meses). Intentos de educarle, limpiar sus "cositas", jugar con ella,... hechos del día a día que no hacen más que darme imágenes de lo que ya sabía y afianzarme más en mi sentimiento de unión.

Pronto hará dos meses desde que me independicé, ya he asumido que es verdad, que no son vacaciones. La verdad es que no podía salir mejor, después de ver todas las ediciones de Gran Hermano por fin he podido comprobar que la convivencia no es tan difícil como la pintan, debe ser porque en mi casa no se siente todo magnificado como los concursantes aseguran que pasa en la de Guadalix. Para magnificar sentimientos ya me basto y me sobro yo misma, lo de dramatizar suele serme sencillo incluso cuando no quiero hacerlo. Porque aunque sea un palo reconocerlo y no me resulte fácil; sí, yo lloré viendo a Raquel Mosquera ne "más allá de la vida".


Tras esta bochornosa confesión cambio de registro, pues de fondo de oído no tengo ya el programa de "telerealidad" de cuatro sino la película Troya, se asimila incluso más a la realidad que lo anterior si lo miro detenidamente. Tampoco son dos programas muy distintos.Lo que ultimamente veo con más frecuencia Gran Hermano, y aunque mientras lo miro me quejo de lo insoportables de sus protagonistas incomprensiblemente sigo viéndolo y prestándole atención. Curioso efecto que crea en mi GH, no soporto a los concursantes, su manera de hablar, de vestir, de pensar ni de actuar me convencen en absoluto. Mercedes Milá me carga, me parece una prepotente con aires de diosa de Tele5 (que ya de por sí es un cargo suficientemente ridículo por sí mismo).Entonces, ¿Por qué sigo viendo Gran Hermano? Gran duda que no consigo resolver.





En Gran Hermano vive Audrey, con un ojo vigilándola las 24 horas no disfruta nunca al 100% de su cafrerío. Así es como hemos evitado que de momento no haya conseguido destrozar nada, al menos mi experiencia conviviendo con un cachorro de dientes de aguja está sirviendo para conocer algunos de sus pasos antes de que los dé, (hubo otra destroza cables antes que ella, aún no ha logrado catar ninguno. Tiempo al tiempo)




He terminado de escribir y el boliche sigue dormido,tras este sinfin de conexiones inconexas y sin haberme ido por las ramazs del amor y lo contenta que me siento, supongo que disfrutaré de este fin de 21 acurrucándome en el sofá y durmiéndome para no romper con las tradiciones.






Firmado: Agustina Sansenegger











1 comentario: